Los cristianos, los verdaderos, es decir, aquellos que han elegido seguir el camino del Mesías, se enfrentan a dificultades, que con el tiempo, aprenden a superar. Una de esas dificultades es la carga del pasado .
En general, muchas personas desearían ser creyentes, pero no se atreven porque piensan que sus pecados son demasiado grandes. Y eso se debe, a que desconocen que la misericordia, y el perdón de Dios es más grande que cualquier pecado que se haya cometido.
Otras, por su parte, han dado un salto de fe. Han ido a los pies del Señor, a pesar de su pasado. Y han sido perdonados y restaurados.
Se trata de hermanos que escucharon y obedecieron la voz de Dios:
«Vengan pronto, dice Jehová, y estemos a cuenta: si tus pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. (Isaías 1:18)»
Grandes creyentes de la historia fueron grandes pecadores.
- Abraham fue mentiroso e idólatra (Génesis 12:10-20, Josué 24)
- Moisés fue un asesino (Éxodo 2:11-15)
- David fue fornicario y asesino (2 Samuel 11)
- Pablo el apóstol, que aglutinó a los creyentes, y que dio estructura a las iglesia, era un hombre malvado, perseguidor y asesino.
Por sólo mencionar a 4 personajes bíblicos…
Ninguno tuvo un pasado del cual sentirse orgulloso, sin embargo, era algo inevitable.
Todos tenemos un pasado pecaminoso. Todos. Y eso le incluye a usted.
«Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.» (Romanos 5:12)
Los pecados, por los que transitaron grandes personajes bíblicos, son exactamente los mismos pecados por los que todos nosotros, incluido usted, también ha caminado. Y que probablemente todavía camina, sin darse cuenta.
A veces, nos escandalizamos por conductas que consideramos «más pecaminosas que otras». O por el pasado «escandaloso» de algún hermano, o alguna hermana.
Por ejemplo, usted quizá piense que no ha cometido un pecado tan grande como el asesinato, y que por lo tanto, no es «tan» pecador como un asesino.
Si es lo que piensa, se equivoca.
Y se equivoca porque cada vez que usted fomenta el chisme, o promueve la difamación de algún hermano en base a lo que pudo ser, o hacer en el pasado, usted es un asesino.
Cada vez que usted murmura o difama, usted está asesinando o siendo cómplice del asesinato de la imagen de su hermano.
Todos recuerdan la mujer adúltera que se refugió a los pies del Señor JesuCristo cuando los judíos querían apedrearla «por pecadora».
El Señor Jesucristo no la condenó, al contrario, la defendió, le dijo que no volviera a pecar. Y la dejó ir
(Juan 8:1-11)
En el mundo hay personas muy malvadas, pero las peores están en nuestras propias filas.
Se trata de personas malvadas. Una especie de autodenominada «policía religiosa» que se cree, incluso, moralmente superior al Señor Jesucristo.
Tal como los fariseos del pasado, o los asesinos de cristianos, a los cuales falsamente acusaron de brujería durante más de 400 años de inquisición, se ocupan sólo de hacer el mal bajo un disfraz «piadoso».
No se ocupan de las cosas de Dios, sino en la práctica favorita de Satanás. El asesinato.
«sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer.
El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.» (Juan 8:44)
Muchos de estos asesinos estan en nuestras filas.
Asesinan la imagen de nuestros hermanos, apuntandoles con el dedo inquisidor, difamando, murmurando.
Mientras los verdaderos cristianos trabajan en las cosas de Dios, estos otros, que no son de Dios, trabajan incansablemente para destruir a los hijos y la obra de Dios.
El Señor Jesucristo dice que:
«El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama» [Mateo 12:30]
Para Dios, el pecado es pecado.
La difamación, producto del chisme están al mismo nivel que el asesinato.
«ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por chismoso» [1 Pedro 4:15]
El verdadero cristiano, desde el momento que es conocido por el Señor Jesucristo padece persecución.
[1 Corintios 13:12]
«Cualquiera que quiera vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerá persecución» [2 Timoteo 3:12], incluso, por parte de personas que están en las iglesias, pero que no han conocido la verdad del evangelio.
Las Escrituras nos advierten, que muchos de estos malvados estarían entre nosotros. Hombres impíos, implacables, calumniadores, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, y que incluso tendrían apariencia de piedad [2 Timoteo 3]
¿Qué debemos hacer?
Las Escrituras nos exhortan a alejarnos de ellos para que no nos contaminemos.
[2 Timoteo 3:5, Proverbios 20:19, Levitico 18:24-30, 1 Juan 2:15-16, Romanos 12:2]
Todos los que hemos llegado a los pies de Jesucristo somos pecadores.
Lo que nos diferencia de los demás, de los del mundo, radica en que ya hemos sido lavados, santificados, y justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
[1 Corintios 6:9-11]
Por lo tanto, no debemos ocuparnos de lo que digan de nuestro pasado. Dios ya se encargó de eso.
«Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca.» (Jeremías 15:19 )
Al Señor Jesucristo, incluso los suyos se le oponían, lo trataban de avergonzar, de difamarlo, de apedrearlo, y de matarlo.
Y el nos advierte:
«El siervo no es mayor que su señor.
Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán».
La persecución es el testimonio visible de que realmente somos siervos.
¿Tu pasado te persigue?
No, no te persigue tu pasado. Dios ya se hizo cargo de eso.
Quienes te persiguen son aquellos, que guiados por Satanás, buscan verte caer:
«Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad» [Efesios 6:12]
Nunca temas, porque «sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.» [Romanos 8:28]
Así es. Todas las cosas, Dios las torna para bien, incluso la maldad de quienes intenten desprestigiarte o difamarte.
Si sientes que tu pasado es una carga, no temas. Y esa no es una opción.
No temer es una orden de Dios.
No pierdas tu tiempo en aquellos que insistan en recordarte tu pasado. Alejate y ora por ellos porque Dios les dará conforme a sus obras:
«No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
He aquí que todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como nada y perecerán los que contienden contigo.
Buscarás a los que tienen contienda contigo, y no los hallarás; serán como nada, y como cosa que no es, aquellos que te hacen la guerra.
Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo.»
[Isaías 41:10-13]