«Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención…»
«…No apaguéis al Espíritu. » [Efesios 4:30, 1 Tesalonicenses 5:19]
Cuando la palabra “apagar” es usada en la Escritura, está hablando de reprimir el fuego. Cuando los creyentes se ponen el escudo de la fe, como parte de la armadura de Dios (Efesios 6:16), ellos están reprimiendo el poder de los dardos de fuego de Satanás.
Cristo describe el infierno como un lugar donde el fuego nunca se “apaga” (Mr. 9:44, 46, 48). De la misma manera, el Espíritu Santo es un fuego que mora en cada creyente.
El, el Espíritu Santo, quiere expresarse a Sí mismo en nuestras acciones y actitudes.
Cuando los creyentes no permiten que el Espíritu sea visto en sus acciones, cuando hacemos lo que sabemos que está mal, entonces reprimimos o “apagamos” al Espíritu. No permitimos que el Espíritu se revele a Sí mismo de la manera que Él lo desea.
Para comprender lo que significa “entristecer” ó “contristar” al Espíritu, debemos entender primeramente que esta es una característica de la personalidad. Sólo una persona puede ser “contristada” o “entristecida” ; por lo tanto, el Espíritu debe ser una persona para poder tener esta emoción.
Una vez que comprendemos este aspecto, podemos entender mejor cómo Él es “contristado,” especialmente porque nosotros también somos contristados.
Efesios 4:30 nos dice que no debemos “entristecer” al Espíritu. Basémonos en el pasaje para entender lo que Pablo quiere decirnos. Podemos “entristecer” al Espíritu:
- al vivir como paganos (4:17-19)
- al no oponer resistencia a nuestra naturaleza de pecado (4:22-24)
- al mentir (4:25)
- al airarnos (4:26-27)
- al robar (4:28)
- al maldecir (4:29)
- al amargarnos (4:31)
- al no perdonar (4:32)
- al cometer inmoralidad sexual (5:3-5).
“entristecer” al Espíritu es actuar de manera pecaminosa, ya sea de pensamiento y hechos, o solamente de pensamiento.
“Apagar” y “entristecer” al Espíritu son ambos similares en sus efectos; ambos impiden un estilo de vida piadoso. Ambos suceden cuando un creyente peca contra Dios y sigue sus propios deseos mundanos. El único camino correcto por seguir es el camino que lleva a un creyente más cerca de Dios y la pureza, y más lejos del mundo y el pecado.